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Árticulo
Alex Senra del Cerro - 3 de Diciembre de 2013 Comenta este artículo
¡Qué sensación!, se acerca el momento que tanto deseaba y los nervios me invaden, a lo largo de los últimos años pasadas las Navidades llegaba el momento de ir con mis amigos a animar a los mayores, nuestros equipos de chicos y chicas jugaban la competición de año, era el momento más esperado, y junto a ellos rugía para llevar en volandas las ilusiones de todo un colegio en busca de un sueño, el estandarte de campeones. Sin embargo, este año soy el protagonista y junto a esos amigos con los que animaba en la grada años atrás, nos toca asumir la responsabilidad enorme de representar con orgullo a nuestro colegio.
Ilusión y nervios aparecen a partes iguales, mis amigos, mis familiares, mis profesores, todos ellos serán nuestro aliento durante el partido, y en los días previos notamos todo su apoyo. Somos los más jóvenes del equipo, y vemos a los veteranos especialmente cargados de responsabilidad, saben lo que es jugar esta competición, saben que cada minuto en pista es importante, y que hay que dar el máximo para poder competir y avanzar rondas, indirectamente es una carga de presión que no sabemos si la podremos aguantar, ¿Estaremos a su altura?. Nos notan algo tensos, y se acercan a nosotros, cometemos algún fallo y nos arropan, nos integran, y nos dan una confianza enorme. Nos hacen sentir que somos una parte muy importante del equipo. Son experiencias y sensaciones difícilmente descriptibles, sólo sabemos que nuestra admiración por ellos nos impulsa a dar el 120%, juguemos o no somos una piña, creo que empiezo a entender lo que supone ser parte de un equipo, una lección impagable que me ayudará en el futuro, y no sólo como jugador de baloncesto. Cuando sea veterano tendré la obligación moral de trasmitir esos valores a los jóvenes. De momento, como jugador, trataré de disfrutar al máximo cada minuto de competición.
Pasa el tiempo y vuelvo a tener la misma sensación que años atrás cuando jugué por primera vez la Copa Colegial, la ilusión, y los nervios resurgen con fuerza en mí, ¡Y eso que no juego!, pero mi director técnico me acaba de comunicar que seré el entrenador del equipo que representará al colegio en el torneo de este año, y la responsabilidad que tengo encima es mayúscula, pero no puedo dudar, y rápidamente acepto el reto. Me he estado formando como entrenador, conozco a los jugadores desde que eran pequeños, conozco la competición, y los pasos a tomar para tratar de conseguir ese codiciado estandarte.
Junto a la figura de mi Director Técnico marcamos las directrices a seguir, los criterios que me aporta alguien de su experiencia me enriquecen aún más como entrenador, y por fin llega el día, hoy reunimos a todos aquellos jugadores que formarán el equipo de la Copa Colegial, miro a mi alrededor, y sólo veo en sus ojos ilusión, ganas de trabajar, de construir un equipo, la tarea se allana, no debo pedir compromiso a ninguno, su motivación e implicación es máxima, podremos ganar o perder pero creo que podremos estar muy orgullosos al final del camino que vamos a recorrer juntos los próximos meses. La planificación realizada, unida a la exigencia de ellos dan sus frutos, y vamos avanzando rondas, la unión de jóvenes y veteranos me hace recordar lo que sentí cuando era como ellos, la comunión con la grada sigue teniendo ese toque especial, y adictivo, no queremos que este sueño termine.
Veo el nivel de compromiso de todos ellos y no puedo otra cosa que exigirme más, debo ir a ver a nuestro siguiente rival, qué grande es esta competición, vas a un campo contrario y ves un ambiente como el de nuestro pabellón, el nivel de respeto entre colegios es máximo, y a pesar de ser rivales, me encuentro en la grada a entrenadores que te acogen en su feudo como si fuese el tuyo propio, da gusto la verdad. Giro mi cabeza a un sector de la grada, y no me lo puedo creer...mis jugadores han venido también a ver el partido, describir la sensación que me recorre el cuerpo es imposible, no se cómo terminará nuestra historia en el torneo de este año, pero en ocasiones el poder que tiene el deporte como herramienta educativa, comprobar cómo se trasmiten unos valores, es el mayor trofeo que nos podemos llevar como
aprendizaje para la vida.
Cuántos años han pasado desde la última vez, mis años como jugador terminaron, y aunque sigo entrenando a los más pequeños de mi colegio, dejé el testigo hace tiempo a los entrenadores más jóvenes, pero no puedo faltar a mi cita con la Copa Colegial, mi lugar está reservado en la grada, y desde mi posición veo a tantos jugadores que han pasado por mis manos, alguno de ellos incluso ¡¡Hall of Fame!!, qué recuerdos, que sensación más especial es poder verlos en torno a la misma cancha que nos unió años atrás, recordamos historias y anécdotas, y la nostalgia nos embarga, pero hoy es un día diferente para mi, hoy debuta mi hijo en la Copa Colegial, observo con cierta dulzura sus nervios, y su ilusión, me cuenta sus preocupaciones, no quiere decepcionar a sus compañeros veteranos, sólo puedo decirle que no se preocupe, que disfrute y aprenda, que sea honesto consigo y de el máximo de lo que tiene en su interior, el resto llegará sólo, sacará unas lecciones muy valiosas para el futuro.
Sin embargo el día del partido resulta que ando más nervioso que él, y es que la profesión supongo que se lleva por dentro...Han pasado los años, y ahora nos toca desde la grada volver a seguir manteniendo la grandeza de esta competición, desde pequeño me inculcaron el respeto que se ha de tener a las figuras activas de este deporte, jugadores, entrenadores, y por supuesto, árbitros, y ahora me toca a mi seguir con el ejemplo.
Esos pilares son fundamentales, nuestra actitud en la grada es una fuente básica de trasmisión de valores. Podemos estar de acuerdo con las decisiones arbitrales o no, se pueden equivocar o no, como cualquiera, pero en nuestro pabellón llevamos con orgullo la bandera de reprender aquellos que realizan una protesta airada, o un gesto despectivo hacia la figura de ellos, o de algún rival, es una tradición maravillosa, y los más pequeños son los primeros en corregir la actitud de algún padre que momentáneamente se olvida de nuestra tradición.
Para mis adentros viendo esta serie de gestos creo que hay tantas cosas que se llevan haciendo bien tantos años...Ojalá que mi hijo pueda tener la opción de ganar algún día la competición, quién sabe, desde luego estaré orgulloso, y contento que forme parte de ella, no hay duda que le hará ser mejor persona en el futuro.
Por Alex Senra del Cerro
Entrenador superior de baloncesto.
Ha participado en la Copa Colegial como jugador y entrenador (ganándola en su edición 2009)
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